La jornada en los Zapatos de Pachito; en su décima versión busca ponernos en los zapatos del otro, para descubrir, captar, percibir nuevos conocimientos y experiencias. Nuestros padres y madres de familia se colocan en el rol de sus hijos viviendo un día normal de colegio, asistiendo a clase y a las mismas actividades deportivas, culturales, artísticas y académicas que realizan ellos a diario en el colegio.
Calzarse los zapatos del otro
Si el zapato te sirve, póntelo Si te hace daño, puedes tirarlo. Sebastián Restrepo. Psicólogo.
Un niño le pregunta a un sabio cómo es el infierno. El sabio le dice: “el infierno es un lugar donde hay personas con mucha hambre, sentadas sobre una montaña de manjares y cada uno tiene un tenedor de tres metros, así que nadie puede meterse la comida en la boca”. “¿Y cómo es el cielo?, preguntó el niño. “El cielo es un lugar donde hay personas con mucha hambre, sentadas sobre una montaña de manjares, y cada una tiene un tenedor de tres metros”. El niño se rió confundido: “¿Cuál es la diferencia entonces?” “La diferencia”, respondió el sabio, “es que en el cielo las personas se dan comida entre sí”.
Todos hemos oído alguna vez la expresión “Calzarse los zapatos de otro”, que es como ponerse en su piel. Es una forma de decir que podemos entender los sentimientos de otras personas y ver las cosas desde su perspectiva. Sin embargo, la expresión siempre me ha parecido curiosa, porque es muy poco probable que los zapatos de otro nos sirvan… Es como si nos pusiéramos sus gafas, no veríamos nada. El caso es que no podemos andar con zapatos ajenos sin hacernos heridas en los pies. Cada experiencia de la vida es única porque está configurada por las especificaciones de cada al,ma.
¿Has intentado andar con los zapatos de otro ?
¿Te quedaban bien o eran demasiado pequeños o demasiado grandes para ti?
¿Crees que hay momentos en los que no podrías ponerte en la piel de otro porque sus actos sólo son comprensibles para su alma ?
En esos casos, deja que ande por su camino y continúa queriéndolo y aponyándolo aunque no entiendas a dónde va.
Ponerse en el lugar del otro, allana y aclara la vía de la solución. No tiene por qué ser una cualidad innata, de hecho, no es sencillo indentificarse mental y afectivamente con el estado de ánimo de quien tenemos enfrente